viernes, 11 de enero de 2008

Pata-agonía










Hola, perdonad la tardanza, pero no ha sido fácil encontrar un ciber por estos pueblos de la Patagonia chilena.
Tras un larguísimo viaje en avión con escala en Bueno Aires por fin llegamos a Bariloche. Un bonito pueblo junto a un lago precioso. El día siguiente lo pasamos haciendo compras para equiparnos para el viaje en bici. (dato: facturar las piquetas de la tienda porque si no os las quitarán en el control policial para acceder al avión, y es muy complicado encontrar piquetas en Bariloche)
Al día siguiente fuimos en autobús hasta Esquel, para desde allí comenzar a pedalear hasta Calafate. Allí nos encontramos con un tipo muy amable montado en una Giant con todo xtr y ruedas de bastones de carbono, que nos contó un poco de la ruta que íbamos a hacer, y a Abel (que estaba vomitando en el baño) le dio su teléfono por si se encontraba mal por el camino. Hicimos 30 km hasta Trevelín con aire en contra por una carretera asfaltada con mucho tráfico, y calorcito...y los 60 kilos de equipaje y bici.
Desde Trevelín al día siguiente nos acercamos al Parque Nacional de los Alerces. No era mucha distancia, 42 km, pero según los lugareños hacía un calor nada usual por allí, 40 grados por lo menos. Además era viernes y todos los domingueros subían al parque en sus 4x4 a toda pastilla por el ripio infernal, para hacer sus carnazas a la brasa. Yo me bebí 6 litros de agua, mientras Abel apenas dio dos sorbos, jeje. Llegamos al camping junto al lago medio desencajados y deshidratados, en el que quedaba una sola plaza que ocupamos sin rechistar, junto a una familia que escuchaba música local apestosa y hacían sus carnazas a la brasa (asados según ellos). Todo nuestros músculos volvieron a sus sitios tras una litrona fresquita, una ducha y unos macarrones caseros hechos por nosotros.
Al día siguiente queríamos adentrarnos más en el parque para ver un bosque de alerces milenarios, pero estaban todas las plazas del barco que había que coger ocupadas hasta dos dias después. Asinquen volvimos a Trevelín desandando el camino andado, pero esta vez con fresquito, con viento a favor y cuesta abajo, un lujazo. En Trevelín nos encontramos con un Belga que iba en bici con alforjas, el solo. Venía del sur y se dirigía a Santiago de Chile. Desde Trevelín seguimos ruta hacia Chile. Unos paisajes increíbles, rodeados de montañas con formas curiosas y bosques de Nothofagus. Al cabo de unos 85 km desde el inicio de etapa, llegamos al control fronterizo. Allí nos dijeron que fuéramos rápido hacia el control chileno que estaba a 400 m ya que cerraban las barreras a las 20:00, y quedaban 4 minutos. En el control chileno Abel declaró que llevaba un chorizo revilla picante, que tuvo que sacar del bobtrail para que lo viera el funcionario. Mientras tanto otro funcionario me preguntaba si le podía arreglar un pinchazo que tenia en una rueda de su bici (que morro, ya que todavía nos quedaban unos cuantos kilómetros hasta el pueblo más cercano) así que me puse a arreglarle el puñetero pinchazo. Tras otros 15 km llegamos a Futaleufú, un pueblecillo que es la base del rafting mundialmente conocido. Allí acampamos en un camping junto al río. Nos invitaron a cenar cordero con arroz los encargados del camping. Allí había unos chavales judíos y dos americanas, que llevaban 5 meses dando vueltas por sudamérica, que habían venido a hacer rafting por el río futaleufu.
Al día siguiente Abel durmió 24 horas seguidas, con pequeños intervalos de defecación diarreika. Mientras yo comí descontroladamente durante 24 horas, y me hice una rutilla en bici por la orilla del río.
Al día siguiente partimos hacia Santa Lucía, aldea de dos calles, de gente muy amable. 80 km por ripio infernal, pero unas vistas brutales. Ese día empezó a llover y no paró en dos días más. Cuando llegamos a Santa Lucía Abel con los ojos inyectados en sangre, juró que jamás daría una pedalada más. Y ahí quedaron las bicis olvidadas hasta Calafate. Estuvimos un día más en Santa Lucía. Durante el cual no paró de llover, incluso heló por la noche.
Al día siguiente "cogimos" un autobús hasta Coyhaique, donde nos encontramos en este momento. En el trayecto, que era el mismo que íbamos a realizar en bici, alucinamos con los paisajes de ensueño del Parque Nacional de Queulat.

5 comentarios:

MªAngeles Aznar Medina dijo...
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MªAngeles Aznar Medina dijo...

Madre mia!! pobre Abel...le han pasado las mil y una desdichas...Pero ya q no podeis montar en bici al menos disfrutar de lo que pueden ver vuestros ojos...Besitos Pasteloides ;)

monchito dijo...

Valga a vuesas mercedes mis ánimos y mis envidias que a tamaña empresa hubiérales acompañado de tener él ánima y el cuerpo en mejor acomodo. Un salaudo desde Alpedrete. Las pinis, bien, su señora hermana, también

Anónimo dijo...

Yo también querooooo!!!!!!

Anónimo dijo...

Hi cyclists! Como os prometí anoche (recordais el ole con ole? dos chicas muy simpáticas e increíblemente bellas que os invitaron luego a cervezas en legazpi?... no sé si son suficientes datos), he visitado vuestro blog.

Qué envidia me dais... me encantan las fotos, por cierto, con tu permiso Conra, me he quedado una que sales en el hielo, en perito moreno parecía. Es chulísima.

Cuando Berta me de las fotos de anoche (pueden pasar varios años) os pido una dirección donde mandárosla, estáis muy monos, con ojillos de borrachos (nosotras también, no creas).

Bueno chicos, un beso de nuestra parte para todos, y uno mío para Jero.

María.